La semana pasada me invitaron a un encuentro de huerteras y huerteros agroecológicos de la región. Nos juntamos en la huerta de la Raquel, en colonia Tres Puentes. La idea inicial fue juntarse para compartir buenas prácticas y organizarse. El motivo real: sostenerse unos a otros.
Después de dar una vuelta por el huerto acompañados por el Volcán Calbuco y una brisa ligera mientras hablábamos de cultivos, riegos, PH del suelo, plagas y humedades, compartimos una buena once y nos presentamos.
Al poco rato, mientras estirábamos las espaldas casi por reflejo, una de ellas preguntó: ¿Ustedes hacen alguna preparación física antes de huertear?
Esa pregunta abrió una conversación difícil: la falta de tiempo y el exceso de exigencia física que tiene este oficio: largas horas expuestas al sol o al frio, posturas repetitivas que llevan a lesiones.
Después del desahogo colectivo la conversación devino en la comercialización de sus hortalizas: la baja que habían sentido en las ventas en las ferias en el último tiempo y lo difícil que es competir con la agricultura “tradicional” que reemplaza la dedicación y el cuidado con toneladas de agroquímicos.
Estando ahí, volví a reafirmar mi convicción por apoyar este tipo de agricultura porque según las lógicas de productividad y tecnificación en las que vivimos, no tiene ningún sentido trabajar la tierra con este nivel de dedicación.
La opción por la agroecología responde a un amor profundo por la tierra y sus habitantes, es una opción de cuidado, viene del entendimiento de que cuidar la tierra es cuidarnos a nosotros y a nuestras familias. El alimento nutrido por suelos ricos y biodiversos es el mejor alimento que le podemos entregar a nuestros hijos.
Lo que más me conmueve, es que estas personas no lo hacen solo por sus hijos, lo hacen por un bien social mayor. Lo hacen por ustedes, clientes incógnitos que entienden y valoran la riqueza que hay detrás de los cultivos que respetan los ciclos naturales y regeneran la tierra.
Votar por la agroecología a través de nuestras decisiones de compra es un acto de rebeldía y de sostén hacia una labor preciosa. Lo que ponemos en nuestra mesa puede cambiar vidas y nosotros como Mercado Vecinos sólo queremos hacerlo un poco más fácil mientras seguimos soñando que todos comamos lo que crece cerca.
Un abrazo,
José Tomás