Ha llegado el tiempo de abrazar la calma de un corazón templado
La próxima vez que escribamos este newsletter, estaremos un poco más cerca del sol. El ángulo desde nuestro rincón de la Tierra habrá cambiado nuevamente, inclinándose cada día un poco más hacia la perpendicularidad. Con ello, las noches serán cada vez más cortas.
Es un cambio sutil, casi imperceptible.
Solo el tiempo, paciente, va transformando nuestra percepción. Solo él sabe adaptarse a la danza entre la Tierra y el Sol… ¿no es acaso eso el tiempo?
La semana pasada, al intentar amplificar el eco de la campaña de La Chalota para ayudar a reconstruir la casa de uno de sus cocineros, Johannes, nos sentimos profundamente movidos e inspirados por su testimonio.
Más allá de los logros palpables de nuestro trabajo, cuando la conexión humana se teje entre personas de distintas sendas, la inspiración florece y la gratitud se vuelve inmensa. Comprendimos que la pérdida material carece de peso si logramos cultivar la paz interior, esa que nace del amor y de los vínculos auténticos.
Todo esto nos recuerda que, aunque algunos cambios se gestan en silencio, como un caldo de huesos que hierve a fuego lento, llega un momento en que al mirar con perspectiva, comprendemos que las noches más largas del año ya han quedado atrás, que los huesos están listos… y que ha llegado el tiempo de abrazar la calma de un corazón templado.