Soberanía

En 1968, William Gaud de USAID acuñó el término "Revolución Verde" prometiendo alimentar al mundo mediante variedades de alto rendimiento y fertilizantes químicos. La producción se duplicó en algunos países, pero el hambre persistió y se crearon nuevos problemas: dependencia de insumos externos, degradación de suelos, y pérdida de control local sobre los sistemas alimentarios.

Aquí es donde la historia da un giro esperanzador. En 1996, surge un concepto revolucionario desde las bases: la soberanía alimentaria. El concepto de soberanía alimentaria no existía como tal hasta 1996. En dicho año, la joven organización Vía Campesina lo mencionó por primera vez, planteando algo fundamental que habíamos olvidado.

La diferencia es profunda: mientras la seguridad alimentaria se enfoca en tener suficiente comida (sin importar de dónde venga), la soberanía alimentaria se centra en quién decide qué, cómo y dónde se produce esa comida. Mientras que la seguridad alimentaria garantiza acceso gratuito y libre a una alimentación nutritiva en todo momento, la soberanía alimentaria promueve el control local por parte de quien trabaja las tierras.

Y aquí viene la mejor noticia: la respuesta no está en laboratorios lejanos ni en complejas cadenas de distribución global. Está literalmente a la vuelta de la esquina, en las manos de nuestros vecinos productores.

Cuando elegimos el mix vede de la Huerta el Arrayán, los quesos D'Cabra, o las harinas agroecológicas de Caléndula, no solo estamos comprando alimentos más frescos y nutritivos. Estamos ejerciendo soberanía alimentaria. Estamos decidiendo que queremos conocer quién cultiva nuestra comida, cómo la cultiva, y que esa relación sea directa y transparente.

Cada producto en Vecinos representa una pequeña declaración de independencia alimentaria. Cuando compramos local, no dependemos de sistemas complejos que pueden fallar. Construimos resiliencia, comunidad y control sobre lo más básico: cómo nos alimentamos.

La verdadera revolución no está en producir más con menos tierra, sino en decidir colectivamente que queremos sistemas alimentarios que nutran tanto nuestros cuerpos como nuestro territorio y nuestras relaciones.

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